Puerta Vaivén
Sin dudas una de las fuentes de la creación es la observación interna y externa. Ese
constante salir/entrar como si se estuviera pegado a una puerta vaivén que de pronto lo deja
a quien en ella se apoya, de un lado o del otro.
Entonces ahí está la imagen, ese recorte de lo total, el pensamiento fugaz, la anécdota, unas
voces o alguien que levanta la mano y despide desde la rambla a unas pequeñas que miran
por al ventana de un hospital.
¿Quiénes son?, ¿qué fuerza misteriosa ha llevado a cada uno a encontrarse en el exacto
momento en que la mano se extiende?
Estoy acá, dice el fotógrafo y en un clic deja eternizado el momento.
Estoy acá, dice el escritor y en un segundo desaparece todo el paisaje, el mandado a medio
camino y, apoyado en su puerta vaivén, entra en la historia. Porque eso sí, el escritor no
piensa eternizar sólo el momento, no, sino todo lo anterior y lo que sigue a esa mano, la
ventana, las niñas.
¿Qué venía usted a comprar?
Eh, ah, no lo recuerdo -dice avergonzado el escritor porque sabe que el mundo pide recordar
los números de teléfono, la hora del almuerzo y cena, la boleta de la luz que hay que pagar,
más los últimos acontecimientos socio-políticos.
La próxima vez que que te sumerjas y salgas emocionado de un cuento o una poesía,
es porque tal vez te dejaste empujar por tu puerta vaivén, entonces sabrás y entenderás -un
entendimiento que no viene de la razón- el aparente desconcierto del escritor.
Ana Gracia