sábado, 2 de abril de 2011

RENDIRSE I: EsPeJos DeStRuCtIvOs

A Margarita la siguió un espejo hasta su casa. Lo dejó entrar porque le gustó el movimiento de las cejas y el lunar cerca de la oreja. Era tan parecido a ella que lo invitó a tomar licor de chocolate y él decidió apoyarse en la pared, frente a la puerta del baño y ahí se quedó.
– Qué pelo ondulado -dijo el espejo a las pocas horas de estar allí -me gusta el pelo lacio.
– ¿Te parece? -dijo Margarita y corrió a la peluquería.
– Dientes amarillentos. Margarita fue al dentista. 
 – Uñas largas. Margarita se las cortó. 
 – Uñas cortas. Margarita se puso uñas postizas que las podía usar como espadas.
– Piernas largas. Antes de cortárselas Margarita pensó una solución menos drástica, por lo tanto más inteligente: salir a buscar otro espejo.  
Espejo Ovalado se fue rodando hasta el dormitorio. Desde allí la observaba al despertarse.
– Tenés los ojos hinchados y la almohada dibujada en la mejilla derecha… snif… ¡y ese olor a patas!  
Eso tienen de malo estos espejos modernos, pensó Margarita, vienen con el sistema olfativo desarrollado. Y como no hay dos sin tres, ni tres sin cuatro, ni cuatro sin cinco…¡Margarita llenó su casa de espejos de diferentes formas y tamaños! 
 – Estás muy delgada -decía el minúsculo espejo que estaba sobre la repisa. 
 – ¡Hay que hacer dieta! -gritaba el espejo que la miraba desde el cielorraso del comedor.  
- ¡Bastaaa! -gritó Margarita.  
Los cientos de espejos estallaron en millones de pedacitos. Salieron por la cerradura, dieron una vuelta por la ciudad y regresaron. Eran avispas de vidrio volando, dispuestas a clavar la punta y hacer una herida y otra más. Se detuvieron. Levitaron unos segundos y adquirieron forma humana. Este espejo formado por mil partes, con su misma forma, igual cadera, el mismo largo de los brazos, idéntico grosor de las piernas…acompañaba a todas partes a Margarita y cada uno de esos minúsculos espejitos opinaba.  
En la panadería:
­ – Las facturas engordan. 
 – Hay que darse los gustos en vida. 
 – Si te vas a comer un alfajor, comé diez.  
– No es cuestión de pasar de la nada al todo, ¡equilibrio mujer! 
En el trabajo:
– Siempre a las corridas.  
– Es temprano.  
– Qué suerte tener un trabajo así de aburrido  
– No se vive para trabajar (espejo especialista en frases hechas)  
Al sol  
A la sombra  
De noche  
De día  
En cuarto menguante  
En cuarto creciente  
Días pares  
Días impares  
Los diálogos entre cada espejo-espejito, en todo momento y lugar.  
– ¡Silencio! 
Margarita lo único que logra romper es el silencio. Los espejitos de colores no se rompen así nomás. Llora, no se inmutan. Zapatea, bailan al compás. Margarita se rinde. No discute más con cada parte, no implora, no ruega, no dice, no lucha. Se rinde. Deja que digan, que estornuden, que opinen. Y ahí van los espejos enjuiciadotes:
– Un chal rojo con vestido verde no queda bien.  
– ¿Ir a una fiesta vestida así?  
– Sí, está bien, es de día.  
– Pero es fiesta. 
 – Mucho brillo.  
– El adecuado.  
– Poco color.  
– Mucho color.  
Los pedacitos de espejo se cortajean hasta dividirse en infinitas partes que no pueden reflejar nada, nada, nada. Margarita camina triunfalmente rendida.